1.- No existe más que una doctrina política: la de nacionalidad y patria. Tenemos que asegurar la existencia y el incremento de nuestra raza y de nuestro pueblo, para que nuestro pueblo cumpla la misión que el Supremo Creador le tiene reservada.
2.- El Estado es el recipiente; el pueblo es el contenido. El Estado tiene su razón de ser sólo cuando abarca y protege el contenido. El Estado no es un fin en sí mismo.
3.- El parlamentarismo democrático no tiende a constituir una asamblea de sabios, sino a reclutar más bien una multitud de nulidades intelectuales, tanto más fáciles de manejar cuanto mayor sea la limitación mental de cada uno de ellos. Sólo así se puede hacerse política partidista en el sentido malo de la expresión.
En oposición a este parlamentarismo democrático está la genuina democracia germánica de la libre elección del Fuehrer, que se obliga a asumir toda la responsabilidad de sus actos. La democracia del mundo occidental de hoy (entre 1930-1940) es la precursora del marxismo, el cual sería inconcebible sin ella. Es la democracia la que en primer término proporciona a esta peste mundial el campo de nutrición de donde la epidemia se propaga después. En el parlamentarismo no hay ningún responsable. La idea de la responsabilidad presupone la idea de la personalidad.
4.- El fuerte es más fuerte cuando está solo. Una ideología que irrumpe tiene que ser intolerante y no podrá reducirse a jugar el rol de un simple partido junto a otro. El Cristianismo no se redujo sólo a levantar su altar, sino que obligadamente tuvo que proceder a la destrucción de los altares paganos.
El futuro de un movimiento depende del fanatismo, si se quiere de la intolerancia con que sus adeptos sostengan su causa y la impongan frente a otros movimientos de índole semejante.
5.- Pueblos de la misma sangre corresponden a una patria común. El derecho humano priva sobre el derecho político. Quien no está dispuesto a luchar por su existencia o no se siente capaz de ello es que ya está predestinado a desaparecer, y esto por la justicia eterna de la Providencia. El mundo no se ha hecho para los pueblos cobardes.
Estos eran los principios básicos del movimiento Nazi. Este movimiento propugnaba el socialismo como instrumento de justicia para el pueblo, pero lo condenaba como instrumento internacional de influencia política. El movimiento de Hitler coincidía con la aparente finalidad del socialismo teórico en el milenario y justo anhelo de barrer el abuso de las minorías y llevar la justicia social a las masas del pueblo, pero proclamaba enfáticamente que esto debería hacerlo cada nación en forma soberana, según sus costumbres, tradiciones, su religión y su idiosincracia, sin atender consignas internacionales. Por eso el movimiento de Hitler se llamó nacionalsocialismo, término que se condensó en la palabra "Nazi".
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